domingo, 29 de enero de 2012

Geografía del Anhelo Cohutec Vargas Genis.

Geografía del anhelo
Cohutec Vargas Genis


AGRADECIMIENTOS

¿Cuál es el lenguaje del alma? ¿Cuántos misterios debemos desentrañarle a la vida y para qué? Preguntas que llegan a las facultades humanas para ser respondidas en la brevedad de la vida que cursamos; sin embargo, en cada día las respuestas toman diversas formas y los ojos cada vez intentan ver mas allá de los horizontes que contemplamos en el alba, el medio día y en los crepúsculos diarios, para responderlas a veces sin lograrlo.

Los símbolos comunican a las generaciones, las palabras comunican a los hombres; ambas nos permiten comprender la otredad y la individualidad; nos permiten manifestar nuestras ideas, elaborar frases para levantar sueños, destruir pesadillas y coronar ideas realizadas.

El lenguaje del alma es nuestra vida; lo que edificamos en ella, por modesto que sea, es un logro colectivo, pues en esa construcción nos acompañan mujeres y hombres que nos comparten sus experiencias haciendo de este mundo, cada día, un lugar más cálido para vivir.

Ver impreso este libro es de gran trascendencia para mí, pero no es un logro individual. Por eso, agradecer es un acto de reconocimiento, de humildad y el principio para darle el valor a la humanidad toda; de la que somos hijos.

Mi gratitud por Geografía del Anhelo a mi madre Lucina Genis: mujer sabia, dulce y de una valentía y fortaleza ejemplar; a mi padre Luthgardo Vargas, quien nos formó en el trabajo honesto y nos preparó para las luchas de la vida. A mis hermanos Narciso Jesús, Ariolito y Alma Edith Vargas; a mis sobrinos, Linda, Eddie, Andy, Diego e Ilich; a mis cuñados Álvaro Lozada y Maricruz Dolores.

A quienes han estado conmigo por mucho tiempo y en tantas dificultades y gratos momentos; María O. García Alexander por tantos años, días y momentos de apoyo; a Raúl López, Fabiola Rodríguez, Alfonso González, René, Francisca Flores López y sus hermanos, amigos míos de la infancia.

En especial, agradezco al maestro Jorge Contreras por todos sus consejos, recomendaciones, correcciones y por impulsarme a publicar estos poemas; por su pasión al arte y por ser un ejemplo vivo de lo que se logra con estudio, dedicación, trabajo, amor por la poesía y cuyo nombre en las letras contemporáneas de Hidalgo será memorable. A Aidée Cervantes Chapa, mujer transparente, llena de sensibilidad y estudiosa de las letras de Hidalgo, a quien conocí de manera fortuita y quien no solo ha realizado un excelente trabajo al organizar los poemas y darle a Geografía del Anhelo la unidad necesaria para que comunique de una manera efectiva su mensaje sino que magistralmente supo darle “alma” a esta obra.

Al maestro Agustín Cadena, por el texto que me ha obsequiado para Geografía del Anhelo y por todo su trabajo literario que pone en alto el nombre de Hidalgo.

A Laura Vargas Carrillo, por permitir que esta historia se escriba aquí; al gobernador Miguel Ángel Osorio Chong, por su ejemplo de trabajo; a Pilar, Leque y Marcial, por su apoyo en los momentos más difíciles.

A quienes día a día levantamos proyectos que nos permiten crecer en todos los aspectos de nuestra vida; Rubén Licona, por su amistad y lealtad y trabajo; Mireya Bautista, por su dedicación; Oscar Sampedro, a Verónica Casillas, a Blanca Arias; al doctor Hugo Said, por su honestidad, amistad y confianza; a la doctora Lidia Gutiérrez, por su confianza y su ejemplo de trabajo y rectitud; a Paty Cervantes, Eveling Flores, Mirna Parra, Rafael Vergara; Micaela Moreno, Juan Manuel Mota, a Pilar Hernández, a Elda Zunzunegui, al doctor Alfredo Zepeda y su esposa Verónica Uriarte, a Julio Márquez, a mis amigos
Víctor Moreno y Miguel Moreno, Ana Martínez, Patricia Vargas -que en paz descanse-;
a Cesar Manuel Torres, por abrirme las puertas del Hermetismo con su ejemplo, a los
profesores; Eduardo Limón, Ana Alarcon, y Jorge Cuallo, A los profesores Soreli Perez y Jaime León, a Leodan Portes, Sonia Portes, a Francisco Pérez y Estrellita, A Grissel Genis y todos sus Hermanos.

A mis hermanos de la Escuela de Misterios de Xiuhcóatl de Atlixco, Puebla: Agustín Carvantes, José Luis Echavarry, José Cruz López, Abad Zamora, Javier Espinoza, Juan E. López, Oscar Olivares, Esteban Molina, Marco Antonio Téllez, Jaime Carreon, Julio Gallardo, José Luis Oropeza y a misHermanos de Piedra de Sol de Pachuca, Hidalgo, por las muestras de fraternidad: Oscar Monter por toda su sabiduría y apoyo, Víctor Ibarra, Gerardo Ávalos, Jorge Padilla, Héctor Sánchez, Juan José Herrera, Lisandro Herrera, Gustavo Espinoza, Juan Lugo y Jorge Luis Cuevas.
Cohutec Vargas Genis



PROLOGO
                
En silencio trabaja la cantera

¿Qué dicen las piedras cuando hablan? Cohutec Vargas Genis sabe que como escultor de palabras tiene que adentrarse en las canteras del alma, con el fin existencial de encontrar el material exacto con el cual ha de trabajar su reveladora obra.

 Cohutec contempla la cantera, escucha los pulmones de la tierra y va por los latidos palpando lo que la mujer: misterio supremo, guarda en sus ojos. Trabaja con el cincel y la fuerza del corazón para hablarnos en sus poemas lo que el terruño más entrañable, nos canta cotidianamente.

 La poesía recorre y habita en todo lo que existe y no existe, el poeta mira a través de sus sentidos esa realidad y nos comparte su visión a la que llamamos poema. Cohutec nos devuelve a lo cotidiano de la provincia, la geografía llena sus palabras de significados poderosos, ¿acaso mujer y tierra son un mismo símbolo en este libro? Navega por su cuerpo y va sembrando reflexiones en la tierra.

Cohutec Vargas Genis es un poeta preocupado por la patria, nuevamente el símbolo femenino, la madre mexicana, la esposa, novia, amante, amiga, todas las mujeres en un espíritu. La justicia también le llama y despierta los ojos de la ira para decirle, que mejor nos mire como al horizonte, porque hay hombres en esta tierra, hombres que trabajan y labran, que construyen su casa con sus propias manos, esposos que trabajan de sol a sol para llevar un mendrugo de pan o esperanza a la mesa que con anhelo algún día esperan verla repleta o al menos satisfecha de los frutos de la tierra. En los poemas de este libro, nos muestra las heridas históricas del pueblo asesinado, pone la lupa en la sangre que no ha de borrarse de las manos del criminal, y nos recuerda con vibrante sensibilidad que somos hermanos.

El simbolismo es pieza fundamental en los poemas de Cohutec, las herramientas del albañil las utiliza con sencillez como puentes filosóficos para exhortar al trabajo: a construir el edificio de la sociedad. Siempre nos hablará la poesía en la voz de los poetas lo que el pueblo calla en palabras; hay que escuchar y leer para comprender lo que estamos viviendo. Ahí el silencio también nos habla. El poeta lo sabe y con exquisito canto va desbastando (quiero decir, puliendo) la cantera y nos muestra la escultura que hay bajo la amorfa superficie.

Dicen que los antiguos constructores le pedían permiso a las piedras con las que iban a construir los templos consagrados a la verdad; que aquellos obreros, eran verdaderos iniciados en los augustos misterios, y que, con esa maestría, tomaban el cincel y el martillo y en silencio trabajaban su piedra, que no se escuchaba ni un solo ruido, y que con este método, lograban transformar la amorfa piedra en bruto, en una piedra cúbica de punta. Cohutec lo sabe y estoy seguro que para muchos de sus amigos, será una gratísima sorpresa esta publicación, porque Cohutec no ha alardeado su oficio de poeta, sino que en silencio, en los momentos que es tocado por la poesía se ha puesto a escribir.

Sus poemas son generosos, en el sentido que escribe para su gente, el público cotidiano, el vecino y la vecina, para mirar lo que hay alrededor; sus poemas son fotografías del alma que hay en el paisaje. Cohutec no escribe para un grupo, o para ser aprobado por un círculo literario, de algún modo, en Tarumba de Jaime Sabines hay un fragmento que resume mucho de la esencia de Cohutec en este libro. He aquí algunos versos: ¿Qué puedo entre los poetas uniformados / por la academia o por el comunismo? / ¿Qué, entre vendedores o políticos / o pastores de almas? / ¿Qué putas puedo hacer, Tarumba, / si no soy santo, ni héroe, ni bandido, / ni adorador del arte, / ni boticario, / ni rebelde? / ¿Qué puedo hacer si puedo hacerlo todo / y no tengo ganas sino de mirar y mirar?

Jorge Contreras Herrera



 Cuarta de forros para geografía del anhelo

Geografía del anhelo es un libro variopinto que empieza como un poemario y termina con
un relato y una pequeña colección de fotografías. Parecería disperso. Sin embargo hay
una notable unidad en su carácter misceláneo. Se trata de una unidad técnica y temática
que, a partir de formas muy sencillas, abreva en temas bien definidos: el erotismo y la
mujer amada, el sentido de la tierra, el hombre y la condición humana. Para expresar
esto, el poeta se vale de una serie de recursos que logra integrar muy bien: el poema
coloquial y el poema dramático, el cuadro de costumbres y el simbolismo masónico, la
poesía patriótica y la denuncia social. Y a todo logra darle un tono fresco y la vez cálido,
de barro que acabara de salir del horno.

 Ciertamente, Cohutec Vargas Genis sabe que el alma de los orígenes ha de
buscarse en el barro y en ese maíz azul, invisible para el desarraigado, de que están
hechos los cielos. Tiene el sentido de la tierra. Sabe que sólo el poeta que ha logrado
recuperar el sentido de la tierra puede devolver al canto su sacralidad, tirarle una cuerda
al espíritu en esta época de naufragio.

 Agustín Cadena










Índice
I.                    Humedad
Refugio
Noche
Sonidos y silencios
Mujer de aquí

II.                  Por las canteras del alma
Trabajo
Por las canteras del alma
Sol de noviembre
Cuando el sol se oculte
Edad
De la mano
Felonía
Laberinto

III.                Color de tierra
Del maíz
Atlixco
Metztitlán

IV.                La tierra de los espejismos
Taza de café
Verdad
Desierto
El silencio
Ira

V.                   Anhelos
Te desconozco
Utopía
Agonía
Luna
Huyes
Regresas

VI.                Extranjeros
Yohualli
Imágenes



I.                    Humedad
Regresas

Eres entre la noche, el silencio,
el color extinguido,
la sombra extraviada
de tu ausencia.

Te revelas,
esquivas la luz de mis ojos
que te buscan lentos,
sin hallarte.

Te escondes
en las orillas de la noche,
te acurrucas
bajo su manto de verano
y miel.

¿Dónde estás?

Deberías permitir
que viera tu mano
de agotados deseos.

Eres entre el día
el rumor del viento,
y la luz que me contemplan.

Dejaste tu mirada
y tu sexo de humedad y hoguera
en las entrañas de mis ojos.

Y, de pronto,
regresas como el día.



Noche


Ayer cuando te fuiste,
me dejaste solo con la noche,
regresaron a mis oídos tus palabras
tus manos en el cielo consumidas.

Me regalas la noche y la soledad,
me regalas tu breve ausencia que aborrezco,
me regalas tus cabellos que caen como
la noche.

Elaboras las hojas del día,
perseveras en la mañana hasta terminarte,
hasta a completar tu voz, 
tu ojos, 
tu niñez agotada.

La noche que me regalas,
¡tu noche que me regalas!
no la quiero,
porque en ella te pierdo y me complico,
porque en ella renacen todos
los miedos de árbol y maleza.

Regresa;
no te alejes arrastrando
las estrellas de tu noche,
no me quites las cobijas de cometas
y oscuridad petrificada.

Ven, acércate dulcemente,
esquiva las sombras de la tenue luz
que hiere tu noche.

Quédate.



Sonidos y silencios

Déjame romper el silencio
inmenso de tu sexo
ajeno,
porque al lado tuyo
la humedad quema
mis manos.

Los besos caen y caen a la orilla de toda mi piel,
tuya.

Déjame entrar en ti y humedecer mi cuerpo tibio;
andar tu arquitectura
-sola y violenta-
derramarme completo en tu vientre
para que me absorbas.

Vayamos a límite de tus muslos
y tus deseos,
vayamos a límite de tus sueños
- más negados-
vayamos a límite de nuestras vidas
-locas y fugaces-.

Rompamos toda razón para hundirnos
en la magia de tu sexo,
mío por segundos.

Cojamos, amor mío,
hagamos el amor hasta venirnos y
detengámonos sólo hasta que nuestras bocas
recorran el universo entero.

Perdámonos en nuestros vientres violentos.

Amémonos esta noche,
como en una sinfonía
de sonidos y silencios.



Mujer de aquí

Mírame mujer.

Navego por tu piel tibia y
radiante entre la madera.

Espérame por favor
para hacerte mía;
exquisita sombra de un día
que el sol ha incinerado.

Apriétame entre tus muslos
robustos y eternos.

Déjame acurrucarme en ti,
entre tus dedos ásperos,
entre tus pechos de bronce inmenso.

Arráncame, si quieres,
de tus lágrimas que arden,
de tus palabras débiles,
de tu corazón que sólo cabe en el horizonte.

Viérteme como cada noche
cuando estoy ebrio,
déjate golpear con mis sueños absurdos y estúpidos.

Hártate de mi y déjame en la noche
que todo lo consume.

Déjame en el silencio de estas montañas inmensas.

Déjame en tus venas,
para que no te extrañe
en el día para que me recargue en tu ausencia
y por fin me libere.

Que sueñe y viva de tu recuerdo.


Déjame y recógeme a ratos para alimentarnos de dolor,
de esperanza, de días, de sueños.

Mujer de piel de choza,
mujer de aroma a palmera,
mujer de aquí;
de la tierra mía.



II.                  En las canteras del alma
Trabajo


…Todo se hace en silencio,
como se hace la luz dentro del ojo.
Jaime Sabines


Ángulos perfectos diseminados
desde el alba hasta el crepúsculo;

presencia de manos indígenas.

Reposos acumulados en la tierra
que petrifican luchas
y palabras.

Reposa hombre labrador,
campesino, obrero,
desempleado.

Hombre de herramientas
heridas.

Hombre de bolsas vacías y
vencedor de miserias.

Labra, construye,
burila, desbasta, traza,
trabaja,
estudia.

No mueras.




En las canteras del alma

El maestro hizo un ademán con el báculo y rogó al discípulo
que se sentase en la piedra junto al estanque de los peces.
Así lo hizo el discípulo preparándose a escuchar lavoz del maestro.

 Gibrán Jalil Gibrán.

A mis hermanos de la escuela de Misterios: gracias…


Depón las banderas negras que levantaste
desde tu nacimiento.

¡Hermano!

Alza la cara para que el rocío
de crepúsculos alivie tu dolor inescrutable.

Levántate, anda, dirígete con vigor
a las canteras del alma.

Toma tu martillo y tu cincel
y ponte a desbastar.

En el régimen que el Sol de mediodía domina,
abre bien los ojos para que la luz de Oriente
te purifique y te guíe.

No arañes lo que no alcances;
nutre incandescencias,
renueva los ocasos
de tu palabra y de tu alma.

Viaja cada día a las canteras del alma
para que la arquitectura de tus aguas
penetre a todos los que te rodean.




Alerta a los búhos que vigilan en las
entrañas de tu espíritu,
persuádelos para que después de sacudirse
el polvo de la esperanza,
se lancen a la conquista estoica de la sabiduría.

Alivia la maleza de tus ojos tallando los
mármoles escarpados que nacieron a la sombra
de misterios y enigmas seculares.

Ellos vieron mil amaneceres mudos,
ellos vieron mil crepúsculos de media noche,
que cantaban el cinceleo
de tus manos.

Quita con cuidado los sofismas subterráneos
que recubren tu tosca piel llena de dogmas absurdos.

Arranca luces policromas a cada intento de lucha
elocuente, yéndote paso a paso al camino infinito que
te llevará a mirar por primera vez tu rostro.

Siéntate en una laja de piedra esculpida para
leer suavemente el libro del Sol y la montaña.

Traduce el lenguaje y los misterios del aire y de la Luna.

Estudia profundamente el horizonte del hombre,
la belleza de la naturaleza
y los misterios de la divinidad sin nombre.



Sol de noviembre



Cuando emerge noviembre de la tierra y
del aire,

el viento arrastra parvadas
de sonrisas de niños callejeros,

los viejos acompañados de recuerdos cortan los
zempasúchiles jóvenes y solares,

y las niñas en sus manitas llevan
los terciopelos radiantes y alegres:

el sol no hace más que contemplar
su obra.




Cuando el sol se oculte


-Madre, ¿qué comeremos hoy?
-No lo sé; aún no llega papá.
-Má, ¡tengo hambre!
-Espera, cuando el sol se oculte; papá no tardará.
-¡Pero mami, tengo hambre!
-Sólo espera un poco
-¿Cuánto es poco?
-Cuando el sol comience a ocultarse, llegará.

El sol se ocultó sobre el horizonte de miseria y tragedias seculares.

-¿Trajiste algo de comer? El niño tiene hambre y se quedó dormido.
-No, no conseguí nada. Déjalo que descanse y acércate a mí, para platicarte.




Edad


En el instante en que las pirámides cedieron al tiempo,
de nuestra piel florecieron las arrugas,
el universo y mis manos temblaron inconclusas,
te miraron, como a diario, 
con la sonrisa de ayer,
con la nostalgia de siempre.

Todo lo hemos contemplado juntos,
las miserias, las flores que corrieron por las calles,
las injusticias arrastradas por el viento del verano,
tu cabello tiritando en el frío del otoño.

Cada día que el tiempo consume,
miro a la gente caminar en las aceras,
son las mismas siempre,
agitando sus preocupaciones como estandartes,
devorados por su prisas, sus deudas y lamentos.

entre ellos también camino y me contemplo.

El hombre se repite a cada generación,
como hormigas, construyendo y derribando,
como estrellas en la eternidad de nuestros ojos:

Sabes;

mi edad avanza mientras
yo sólo te miro con mil dudas y en silencio.



De la mano

A los nueve hombres, 14 niños, 21 mujeres y un bebé
asesinados en Acteal,  el 22 de diciembre de 1997.

Entre las manos de un niño y su madre
irrumpió el estruendo de balas y odios.

Sobre la humedad de ojos y montañas,
 cabalgaron los señores
de la noche.

Vertieron sus balas y
 sus corazones de partido 
en los cuerpos de inocentes hombres
de tierra y de maíz elaborados.

Elevaron su podredumbre
de panfletos 
y discursos de siglos, 
mientras la sangre tibia de mujeres
y niños alimentaba la maleza
de una tierra secularmente explotada.

¡Canten cenzontles tzotziles!,
¡Canten!,
¡Canten aves de neblina y selva!,
¡Canten, canten, canten!
¡Todas las muertes,
todo el dolor,
toda la estúpida imaginación
del pobre intelecto creador
de esa masacre!

Que se escuche en la selva,
que todos sus cantos
se eleven a las montañas
que llegue su canto a la ciudades
que todo lo olvidan,
como olvidan
a las comunidades enseñoreadas
por ancestros.

Renueven su canto para que lo
escuchen los jóvenes
que viven solo del glamur insípido
y la basura consumista sin escrúpulos.

Y los ataúdes confundidos
entre la multitud,
anuncian la desesperanza,
lamentan los ecos de la justicia acribillada,
presagian el olvido inminente.

Y mientras nosotros
estábamos en nuestras vidas sordas,
las manos de la madre y su hijo
acribillados,
cayeron al suelo sin soltarse.


Felonía

Mil ficciones, indagando que buscaba, inmemorial,
aquel flaco, torpe, lúgubre, rancio cuervo inmemorial
con su eterno -nunca mas-.

 Edgar Allan Poe, versión de Carlos Obligado.

Derrite hombre toda tu soledad en el desierto
atormentado por el sol y el viento de ayeres,
contén tus lágrimas viciosas, putrefactas y
suaves a la orilla del torrente de tus venas.

¡Canta hombre!, canta el sueño de anoche,
canta los muebles del hogar de tus traiciones,
grita todos tus dulces pecados,
llévalos a las calles para encender las casas de tus vecinos.

Devórate y devora las palabras que dices y escuchas,
vomítalas en la boca de la noche,
aliméntala; noche de ti, de traiciones consumidas,
de espadas con sangre seca que te miran a los ojos.

Coloca un cuervo en tu pecho para que devore tu corazón
y alivie toda tu conciencia;
desgárrate ¡ahógate!, consúmete y toma el puñal
que tantas veces empuñaste para limpiar tus heridas.

Detén la estampida de arrepentimientos y caballos enloquecidos,
arrea tus palabras más hipócritas al corral del estiércol
de razones engañadas,
y lánzate a aquellas barrancas verticales iluminadas por pasados.

Hombre:
apóstata de todos; ¡envenénate!, ¡crucifícate!, ¡asesínate!
y esconde el cadáver en tus entrañas para que el hedor
cunda en tus ojos eternamente.


Laberinto


Me enredo en los días que
no pasan,
y, en los que lo hacen, me pierdo.

Brújulas de sal  y miedo
me buscan,
-ríen de mis pasos-
se acurrucan en la luna de plata
para contemplarme.

Derribo sus constelaciones
heridas de tantas miradas,
penetro desordenadamente
para salir y encontrarme.

Laberinto de realidades
que sueñan con ser sueños,
de sueños que  mueren por
realizarse.

Vida, guíame
por el camino
que me saque de tu laberinto.




III.                Raíz
Maíz


Del maíz brotaron ideales robustos;
cubiertos de penachos de quetzal y gloria.

Del maíz solar se inundaron mis ojos con persecuciones
de historias fantásticas de héroes terrenales.

De las espigas del maíz se levantaron muertos ancestrales
buscando sueños legítimos de justicia.

En el maíz nació mi mente que todo lo sueña,
que todo lo vive y que todo lo construye.

En el maíz nació mi cuerpo de pasiones y ternuras extrañas,
a las que añoro y contemplo en la noche
de estrellas y senos.

En el maíz nacimos tú y yo,
hombres con nombres simples,
hombres con historias de miseria e intrigas,
hombres de traje y diamantes,
hombres y mujeres
de días y noches consumidas.



Atlixco


¿Cómo fuiste cayendo en este valle que suspira,
donde te llenaste con tanta luz extraña?

¿Por qué dejaste a la piedra nocturna
consumirse en suspiro de flores,
si siempre te derramaste indiferente
ante los ojos incoloros del tiempo?

II
Tu nombre se construyó en este ahuhuete
perpetuo,
se volvió mirada de distancia y
tiempo,

camino como la lágrima que baja de
tus ojos,
se renovó para ser este puño que reposa...

que reposa.
III
¡Qué alto elevaste estas montañas nupciales!,
¡que extraño cielo emergió de tu sonrisa!
Aquí, grandes son las alas del viento
que recorren tu vientre inviolable.

Aquí son oscuras tus pestañas con
pétalos y pupilas inmóviles.

IV
Cada día veo tus manos empedradas,
tus ojos reflejando el Sol estancado
en un cielo que pernocta suavemente,
tu tórax infinito sorbiendo el Universo,
tus senos manantiales nutriendo los recuerdos,
tu boca exhalando la ceniza del futuro.

V
¿Serás la araucaria implacable que
creció firme en tu zócalo,
o la bugambilia que no encontró
dónde trepar su arquitectura?

¿Podrás ser el acueducto de la historia
que no conoce límites,
o eternamente mirarás el riachuelo que
buscó muchos caminos?

VI
¿Qué canto hará perpetua tu sangre de volcanes?
¿Qué días serán tus erupciones consumidas?
¿Qué noches fúnebres recordaré sin lastimarte?
¿Qué mañanas caerán frágiles sin destruirse?
¿Qué auroras alumbrarán tu historia
que oculta está a lo lejos?


Metztitlán

¿Te acuerdas cómo la tarde le abrió la puerta
a nuestras penas?

Y la luna fluía en el corazón de la noche
de estos horizontes desérticos y perfectos
habitados por las cactáceas de espinas arraigadas
en un inmenso deseo de quedarnos.

La patria de mis manos
miro a la tarde de rocíos de polvo
que se estancaron en el fatal
beso del que nunca podre librarme.

Nos acompañó el convento de mil ángulos,
de aspiraciones de luz corrompidas en el tiempo,
de bloques de historia que no conocen
caricias y besos.

Y la furtiva furia de la luna
que en la noche no conoce más
que el deseo de los hombres
y sus metálicos ojos derramados
en espacios de vientres desconocidos.

Y los nogales con formaciones
militares encontraron el murmullo de un rocío
que llegó tarde a la mañana
y sonrojó el cielo de este valle
que se hunde entre silencios.

Meztitlán de la luna.

Robusto suspiro en medio de gigantes,
Metztitlán de solares ecuaciones,
de xerófitas miradas,
de pasos que regresarán a ti sin despedirte.


IV.                La tierra de los espejismos

Taza de café

Si un volumen, únicamente, agranda o empequeñece
la astronomía del poema, incendiad el poema,
no el volúmen, degollad el poema porque no
aguantó el desorden necesario a la colosal aritmética
de lo pitagórico, lo geométrico, lo matemático, lo filosófico…

Pablo de Rokha
Robaste silencios y noches;
depositaste quejidos
henchidos de orgullo.

Sueños marciales
desfilaron como
destinos cansados
y tertulias repetidas.

Levantaste pasiones
comprometidas.

Me miraste;
aconsejaste destellos
y lenguas,
leones sumisos,
borregos matemáticos,
brujas escépticas,
carcajadas gnósticas
me criticaron.

Duerme, bebida multicolor.

Duerme, bebida de
fantasías irrealizables.


Verdad


Abraza el cauce de luces que manan de la verdad,
recoge un poco entre tus manos para sorberlas,

riega con ellas las parcelas de tu corazón,
sacia la sed de tu razón con ellas.

Acércate a ese manantial comunal y
humilde,
tan pocas veces visitado.

Toma todo lo que puedas,
comparte al sediento

riega hasta la maleza.



Desierto


Desierto de la verdad que busco
y de todos los hostiles cuervos que
hurgan en mi presente.

Aparece la luz húmeda de un cielo
que nada sabe de suspiros,
que me arranca de todo,
que me acerca a ti.

Palabra inconclusa
frase tímida,

verso absolutamente inalcanzable.

Desierto del poema
que nunca escribiré.



El silencio

El silencio abruma,
decora soledades;
deposita prudencias
en las sienes lúcidas,

extirpa torpezas
de las bocas descarriadas.

El silencio es el
vocablo de los sabios.

En él se eleva
la mejor frase.

Espiral de la imaginación
perdida,
(si puedes estáncate,
congélate, siémbrate
en ti para que renazcas
eternamente)

Aclara el camino de
mi lengua torpe y bulliciosa,
irrumpe en el hablador que tengo al lado
que habla y habla y habla.

Cae en mi soledad,
enséñame tu precisión
de estaciones solares,
tiraniza mis locuras,
y engendra sólo una palabra,
en el instante preciso y tímido.



Ira


Todos los días comparto el pan del día con la ira,
ni la entiendo, ni penetro su violenta melancolía;
ella me posee en la sustancia desconocida de mis
razones extraviadas.

Al filo de la mesa cuento los motivos de su presencia;
desconozco todas sus miradas, busco sus orígenes infinitos
que yacen bajo mi piel de miedo y pesadumbre.

Vete, le digo
-vete-.

Atormenta mejor al día que nos contempla,
oscurece la noche del miedo que navega en silencios y mañanas;
indivisible conmemoración de todos mis lamentos,
puerta de la desesperación y de la muerte,
nutre otras tierras,
las de los pobres amantes del oro y el poder,
nutre los ojos de la noche.

Déjame solo un momento,
permite a mis huesos de hiel carbonizados por tu fuego huirte,
desvanece las chispas de mis días,
abre mis venas hartas de ti,
de tantos días de injusticias consumidas.

Ira; deja de volver mi rostro infierno y
mi despertar tormenta,
deja que llegue mi corazón al borde
de tus precipicios.

Ira: mejor mírame como a los horizontes.



V.                  Anhelos
Te desconozco

No pasar un largo rato completamente solo
cada día,
es como no despertar para el espíritu.
José Vasconcelos.

¿Por qué a veces
cuando te tengo cerca,
y me invade tu piel
como la noche al río,
y tu sonrisa se
estanca en mis oídos,
te desconozco?

¿Por qué a veces,
cuando no miro tus ojos,
y tú buscas los míos,
como la niebla
busca el frío
y la palma de tu
silencio me confunde
con su nido,
te desconozco?

¿Por qué a veces,
cuando hablas y
no dices lo que quiero,
te derrumbas poco a poco
sin hacer ningún sonido,
como el silencio
silvestre en el estío,
y tu cuerpo, siempre
tu cuerpo, reconstruye
mi existir sombrío,
te desconozco?



¿Por qué a veces,
cuando tu caricia
insiste en recorrerme
y mi piel no siente frío,
como la piedra al sol
y el pez al río,
te desconozco?

Pero,
¿por qué,entonces,
amor mío,
te necesito?



Utopía

Si te arrancara de mis dedos,
si resbalaras por mis mejillas,
si ya no fueras este latido,
esta mirada, este calor, esta vida.

Si salieras de mi piel y
cayeras a mis ojos,
si te derrumbaras desde mi sueño
hasta mi ombligo.

Si avanzaras por las venas
de mi alma hasta tocar
mi pensamiento.

Si tan solo fueras
una hoja inasible,
un pétalo nocturno
o una espiga de alegría:

si eso fueras,

¿qué sería?



Agonía
…qué difícil es estar solo, completamente solo,
 y no poder llorar sobre el pasado,
porque todo lo perdido es el vacío,
un cero estúpido
un sueño…

Fiodor Dostoievski.

Cuando tu mirada hace
desaparecer el
universo entero,
y me refugio solo, en tu pecho
de ternura y silencio.

y me hablas con sinfonías
de colores inmensos,
yo no sé más que decir te amo.

Cuando el tiempo roe las palabras,
las caricias y los besos
cuando de pronto todo termina
con el día,                     

y el día es sólo recuerdo
¡Yo me encuentro solo!
¡Por fin sin ti!

Y me siento al lado
de tu sombra casi mía,
para decirte al oído:

-¡Shhhh!
Nada soy de ti,
nada de ti necesito,
¡sólo mi vida!
¡sólo, mi vida!



Luna

Eres el espejo cuelga del iris de la
noche tímida,
te miras y la imagen es tu pasado
de hiel y frío,

cierras los deseos,
compartes la tentación
de mil ojos que nada saben
de lo que quizás seas,
te atreves, te asustas,
vuelves a mirar y nada aparece.

Son las imágenes de mi soledad,
son las imágenes del desierto de mis ojos.

Cuando te fuiste,
también miraba, levantaba el manto del
silencio de una amanecer que extraño,
y te decía en el reflejo de mis ojos:

- Regresa, ven a mí, a estos
brazos que no conocen más piel
que la de tu mirada y tus sueños.

De pronto,
regresó la imagen de mi rostro mirándote;
era la del sol que cae y cae por siglos,
era la de la primavera que sueña colores y cantos.
Era la luz de una luna que no cesa.

Hoy me atreví nuevamente
y el reflejo fue tu rostro olvidado.
Hoy volví a asomarme en el espejo

Y te encontré para despedirme.



Huyes

No es invierno,
y sin embargo,
todo el frío nace de tus ojos.

Me arrancas de ti
como la luna se
desprende del abismo
desnudo del día .

Te das vuelta,
recoges mis tristezas
y las lanzas por tus
ojos ciegos
sin remordimiento.

Te alejas sin detener
tus alas de ángel
impenetrable.

Lanzas
palabras afiladas,
hostiles y heladas,
que dan en mi presente
y en mi deseo de tenerte.

Roes los poemas
que te leí ayer
entre mis brazos,
y vas colocándolos
en mi nostalgia.

Detienes el tiempo,
y cuando lo haces,
me deposito en
tu tierra para
germinar con
tu sangre y vida.


VI.               Extranjeros
Yohualli

Su vida se ocultaba tras los horizontes consumidos por un crepúsculo radiante y triste. Agonizaba solo, sin que nadie se percatara de la gravedad de la herida en el lado derecho de su abdomen profundo y frío, una herida hecha con la lanza de la traición, de la cobardía y por la codicia de gloria de un guerrero débil y sin nombre; sólo los ahuehuetes eternos fueron testigos de la vil manera cómo su vida se alejaba.

Un hombre tan hermoso, de tanta piel de barro y jade, de músculos de mezquite invernal, de manos ásperas y dulces, de voz enérgica y suave, de nariz de águila señorial, de labios gruesos y firmes, de tórax cósmico. Hombre de batallas ajenas, guerrero invencible, señor sabio de su valle y de su gente.

Cuando el polvo acompañado de los gritos de guerra cesó y se reposó sobre la tierra húmeda aún de sangre, los gritos a triunfo se escucharon en las montañas que cayeron extraviados por los dioses despiadados, los dueños del valle habían expulsado a los invasores, la muerte era el tributo del triunfo, la muerte era vida de los dioses.

Sin embargo a los hombres que están cerca de serlo se prefiere tenerlos cerca. Cuando la fatiga llegó por fin y abrió los ojos de los sobrevivientes, la voz de un joven, casi niño, irrumpió el denso silencio:

-¡Está muerto, ya es un Dios!
-¿Quién?- preguntaron.
-Yohualli.
-Eso es imposible.

Todo el crepúsculo cayó sobre sus ojos y los horizontes salieron como lágrimas. Al ver al general casi muerto, al hombre sabio, al guerrero invencible… al hermano de todos. Sus siete mejores guerreros se acercaron a él y colocaron su mazo sobre su pecho realizando las plegarias al aire, al agua y al fuego. Depositaron también las gotas de oscuridad y las de luz en sus ojos, y guardaron silencio por unos segundos.

Yohualli aún respiraba, sus ojos secos brillaban sin fuerza, un poco de sangre corrió por la comisura de sus labios. Nada dijo… sólo una pequeña sonrisa esbozó y fijó su mirada en el Oriente.

Uno de los guerreros, el de más alto rango, colocó unas palabras en el silencio casi perfecto y dijo:

-¡Yohualli morirá! Y en vista de este hecho, se debe elegir un sucesor.

Nadie por unos segundos hizo caso de las palabras dichas. Aquellas palabras fueron polvo absorbido por la tierra, cayeron suavemente sin que a nadie le importaran.

Otro de los guerreros se acercó a Yohualli, colocó su mano sobre el corazón y dijo:

-Su latido es ya muy débil, debemos preguntarle antes de que muera quién será su sucesor.
Nadie contestó y sus palabras bajaron para sus mejillas y en la tierra se evaporaron.

Otro guerrero que además era hermano de Yohualli dijo con lágrimas en los ojos:

-Siento el futuro derrumbarse en mis manos, siento que el fin de nuestro pueblo se acerca.

Sus palabras fueron arrastradas por una ráfaga de viento que levantó polvo y cegó los ojos de todos, instantes.

Cuando el viento cesó, el cuarto guerrero dijo:
-Yo que soy el sacerdote de todos ustedes y en el caso de que nuestro señor no pueda, elegiré a su sucesor y para ello pediré consejo de los dioses.

Yohualli miraba el oriente y escuchó débilmente las palabras que regresaban a la naturaleza y suspiró débilmente.Otro de los guerreros se acercó al herido y le dijo:

-Por favor, Yohualli, Señor de este valle, guerrero invencible, dinos quién es tu sucesor. En ese momento la noche abrió su manto perfecto y abrazo a todos en su oscuridad completa y viva.
El sexto guerrero se alejó lentamente sin pronunciar palabra alguna y Yohualli hizo un esfuerzo para mirarlo…

La luna llena daba vida a la sombras de todos y a esa hora, seguían a lado de Yohualli y sus siluetas formaban una cordillera de montañas majestuosas que dibujaban un paisaje imponente de titanes, hombres, horizonte, caminos y sueños.

El último guerrero se acercó, tocó el corazón de Yohualli y dijo en voz alta y enérgica:

-Has muerto maestro, hermano, Señor de este valle, guerrero invencible. Danos sabiduría para vencernos.

Un relámpago silenció sus palabras y la lluvia comenzó a caer sobre todos limpiando lentamente la sangre de sus manos.