La gran depresión
Exposición fotográfica de Roberto Villalpando
Conocí a Roberto Villalpando hace varios años durante una reunión fraternal en un invierno de Pachuca; en ella se trataban temas referentes a la filosofía, el hombre, la ciencia y el descubrimiento de la “verdad” como principio fundamental de la creación universal.
Compartía en aquel entonces de nuestra amistad incipiente, mi interés por la fotografía y en poco tiempo lo reconocí, no sólo como mi gran amigo, sino como un hermano de principios que nos entrañaron hasta el día de hoy, alrededor de aquellas tertulias maravillosas en donde la luz de la velas iluminaban nuestra razón y nuestro deseo de crear una idea en bien general de la humanidad. Se gestó nuestra hermandad que hasta hoy, a pesar de tantos años de no verlo, está presente.
Roberto y yo asistimos durante varios años a las mismas reuniones en las que él analizaba en silencio los temas que compartíamos. Sus breves intervenciones eran de una agudeza extraordinaria, incitando siempre a la práctica cotidiana de la verdad: la congruencia de lo que se comentaba con lo que se hacía. No fueron pocas las ocasiones en que Roberto expresó su disgusto por la hipocresía y la falta de correspondencia entre lo que se pregonaba y lo que en la vida cotidiana se realizaba. Roberto es, pues, un hombre no sólo profundamente reflexivo, sino amante de la honestidad y la verdad universal. Así es el Roberto que conozco.
Al paso del tiempo y de nuestra creciente fraternidad conocí al artista. Su afición a la fotografía no era un interés puramente profesional; inició, como sucede en los mejores artistas, acompañándolo desde su primera juventud, en un taller en el que entendió las técnicas y el proceso de este oficio, no sólo en su sentido práctico, sino que, en la combinación de elementos, se revelaban ante sus ojos los mismos misterios que se les presentaron a los alquimistas en sus laboratorios: misterios que sólo son revelados a unos cuantos capaces de ver mas allá de lo que la ciencia positiva cree llamar su “verdad”.
Me explicaba con pasión las técnicas fotográficas; las perspectivas y los colores; los ángulos y los rostros; las sombras y los instantes; cómo se leen las historias que las imágenes narran; el tamaño, el tipo de marco, los lentes… Me confiaba muchos proyectos sobre fotografía contemporánea, sobre realidades cotidianas en las calles que es donde está el arte, o mejor dicho, donde el arte se revela ante los ojos de quienes son capaces de verlo y entender su mensaje, el cual siempre ha de ser de una verdad desentrañada.
Roberto Villalpando, el fotógrafo,es un artista de este tiempo, de su tiempo, que tendrá en toda su obra presente y futura la revelación de alguna verdad a través de su honestidad, que en sus ojos es manifestada.
Roberto ha hecho suya esta tierra, Hidalgo. Pachuca lo ha aceptado como a un hijo y en correspondencia, él le ha retribuido su trabajo, su sensibilidad y esta exposición La gran depresión.
Recientemente me enteré de la exposición a través del facebook; hacía años que no veía a Roberto. En cuanto leí la invitación, fue inmediata la confirmación de mi asistencia.
Llegué ese día de equinoccio pocos minutos después de las 7 de la tarde, horario de la convocatoria; los minutos de retraso se debieron a que todo el primer cuadro de la ciudad de Pachuca estaba cerrado por el aniversario número cien del Reloj Monumental de la capital hidalguense, el cual se celebraría un día después. Ese mismo día se inauguró la Explanada Bicentenario y fue develada la “Victoria de los Vientos" que se consagrará ante los ojos de los pachuqueños como señora eterna de esta bella ciudad.
La gran depresión es una exposición que revela la realidad del ser humano de nuestro tiempo: nos muestra sus máscaras con florida originalidad. En cada imagen el autor logra separar la apariencia de la realidad humana, nos desenmascara y, en algunas imágenes, el hombre queda desnudo ya sin la parafernalia de atuendos que nos colocamos para ser lo que no somos y aparentar nuestra -a veces- muy profunda infelicidad.
Como en los años 30 de la gran depresión, la actual no sólo es económica y política: la de hoy tiene su centro en el vacio del interior de cada ser humano, como producto del mercado voraz, la pobreza de la educación, la mediocridad en muchos de los liderazgos que vivimos y la poderosa ignorancia diseminada como arma de exterminio masivo a través de muchos medios de comunicación. Este vacío del interior humano disfrazado de carnaval es lo que Roberto ilustra de una manera extraordinaria en esta exposición.
Las máscaras y los vestidos, dignos de los más hermosos disfraces de carnavales florentinos esconden al hombre sumergido en diferentes pasiones humanas: la soberbia, la codicia, la ignorancia que nos hacen ser títeres de las mismas pasiones.
El movimiento está en todas las imágenes; el color abruma pero está en el instante justo; la profundidad que caracteriza a la tercera dimensión otorga al espectador el realismo y, al mismo tiempo, le permite la posibilidad de ser o no ser parte de la fotografía. Los anteojos dicromáticos hacen que el asistente decida entrar a ese mundo fantástico de apariencias para reconocer su verdadera identidad o decida sólo ser un espectador de la depresión humana que –sabe- está viviendo en este momento.
Las imágenes se comunican con nosotros; nos hablan, nos invitan a entrar a ese mundo fantástico que nació de la imaginación de Villalpando, el fotógrafo y lo hacen a través del grito, la súplica, la invocación y la meditación.
El lenguaje en estas imágenes está vivo, sólo basta colocarse frente a cada una de ellas para mirarlas como espejos; en ellas nos encontramos y, desafortunadamente, solo a veces nos reconoceremos.
La exposición en conjunto es una espléndida obra de arte pero, además, dentro de ella hay elementos que se vuelven, por sí solos, obras maestras, como la imagen donde un “metahombre” con máscara y vestido rojo en el centro ocupa todo el espacio a quien nombrare como "el juez". Su colorido, el fondo, la postura que reta y, a la vez, intenta dominarnos con el poder de la fuerza y tocandose el corazón como si deseara mostrar que ahí es el lugar donde hay que buscar nuestra verdadera identidad. Con esa imagen Roberto consagra su exposición; con ella, él mismo se enfrenta y se pregunta si ha valido la pena hacer el esfuerzo económico y artístico para compartirla con nosotros.
La respuesta es sí, querido Roberto.
Tu evolución como artista se manifiesta también en los maniquíes que colocaste para acompañar a los asistentes, que cuando aún yendo solos, no se sientan únicos en su tristeza o en su alegría enmascarada. Estos maniquíes muestran la evolución del hombre: desde su nacimiento, su paso por la vida y el camino a su inevitable final, la muerte física, a la que sólo a quienes no saben apreciar la vida y el arte les genera miedo.
Cohutec Vargas Genis
Pachuca de Soto, Hidalgo; 24 de septiembre de 2010.
LA EXPOSICIÓN ESTA EN LA SALA DE ARTE JOVEN
DE LA FUNDACIÓN ARTURO HERRERA CABAÑAS
PACHUCA HGO.
LA EXPOSICIÓN ESTA EN LA SALA DE ARTE JOVEN
DE LA FUNDACIÓN ARTURO HERRERA CABAÑAS
PACHUCA HGO.