antes que vengan los días malos,
y lleguen los años de los cuales digas:
No
tengo en ellos contentamiento;
antes que se
oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas,
y vuelvan las nubes
tras la lluvia…
Eclesiastés 12
Cuando crepita la noche
Sobre “Sólo un poco aquí” de
Abraham Chinchillas.
La presente obra del Mtro. Abraham Chinchillas es un libro que cimbra aun
en la dureza de las personalidades más reflexivas.
"Sólo un poco aquí", está construido como un poema de
largo y cadencioso aliento, necesario para estos tiempos de brevedades simples
y palabras endebles.
Es un poema que encontró una dualidad superior
mostrada en sus dos partes, pero como toda dualidad, al tocarse en los extremos
se transfigura en una unidad exacta, Uroboro de nuestros días y en el caso del
poeta, de sus silencios vueltos idea.
Abraham es como un profeta bíblico, en este libro libera los presagios del tiempo efímero, emancipa
con magistral elocuencia el final de la
serpiente que se devora a si misma, y nos guía cual Virgilio a la entrada del
misterio.
Escrita a doble tinta espiritual, la primera parte es
una canto a lo venidero, visto por los hombres
a los que el tiempo ha habitado,
un canto a los minutos y las horas acumuladas en los divanes de la vida,
la segunda parte es un canto a la nostalgia, a lo pendiente, al péndulo que
irremediable desciende sin contar el segundo,
un canto a los suspiros contenidos.
Entre ambos capítulos está la nada crepitando, plegándose
a los vientos del oriente, allá donde nace la vida y la idea, a veces amarga
ceniza de lo cotidiano, tiempo perdido, a veces espacio de arrepentimientos
absurdos.
Dice Abraham en la dualidad de sus textos:
“La ventana es muda,
sin la tibieza de unas uñas
rescribiendo las arrugas de la madera”
En esta obra
el autor ha renacido como un hombre que
sabe el tiempo, que reconoce los días que se
fueron y los que
irremediablemente llegan, no les teme a ninguno.
Aquí,
escribe no solo el poeta y sus musas, aquí
escriben y le dictaron sus ancentros, los nativos, los más sabios, Abraham los
supo escuchar claro, también escribe Cronos a quien leemos amargamente, preparando
nuestra partida, aunque él difiera:
“Escucho morir a los amigos
a sus dientes
arar la lucha
de su furia contra el tiempo”
La obra
quiere que veamos más allá de lo
intangible –tarea superior en todo sentido- para ello nos muestra cómo
se deben recorrer los lugares cotidianos, dotándolos de la sacralidad que la
vida en su lenguaje nos muestra con sus sortilegios.
“Sólo un poco aquí” es un libro en el que el autor ya no busca ni
el ritmo ni la estética, porque tienen la mejor genética poética de toda su
obra, su búsqueda es clara: descifrar la metáfora del tiempo en nosotros;
“Traduzco una lengua callada
que escala la cima
para parlotear
con nadie”
La simbología
del autor ha sido reconocida, construida y transmitida con una brillante claridad,
seguramente ha descubierto sus símbolos en sus plegarias, y sus bíblicas
plegarias le retribuyeron la sabiduría que Salomón siempre pidió.
Aquí habla un sabio, a su lado camina el coyote hambriento, aquel estadista de Texcoco, el constructor, Nezahualcóyotl el poeta imbatible.
Aquí habla un sabio, a su lado camina el coyote hambriento, aquel estadista de Texcoco, el constructor, Nezahualcóyotl el poeta imbatible.
La vena
poética de Abraham Chinchillas ha envejecido irremediablemente y para fortuna
nuestra nos la comparte.
En la
segunda parte con el inconsciente Freudiano ha zurcido con precisión fragmentos
de una poesía mayor, sagrada, hecha con hilos de sortilegio;
Transcribo
completo su poema tres, porque fragmentarlo sería una blasfemia:
“Llego a puerto, voy
a donde el mar termina;
por eso mi prisa.
Llego a la frontera,
no tengo tiempo
para pasaportes ni cateos.
Llego al horizonte,
no tengo ánimo para
puestas de sol, ni para infortunios.
Llego al jardín
corcoveado del desierto,
donde florezco”.
Abraham se convierte con esta obra en un mago mayor, que no
teme a las palabras, mucho menos al lenguaje que ellas tienen al hablar a
otros, se ha consagrado como uno de los mejores poetas de nuestro tiempo,
explora los misterios más complejos y los descifra para mostrarlos tal cual; el
tiempo, la soledad, los años, la noche de una vida que aguarda. Le escribe a las
musas de la nostalgia, las más hirientes que la poesía tiene, a veces las más
socorridas y él, ha aprendido a no dejarse seducir por su belleza:
“Hay algo en estas manos mías
que me es ajeno”.
El libro es espejo y es puente, reflejo y camino por donde
atraviesan los instantes más dramáticos de nuestra vida.
Descubrió ya los oscuros precipicios donde parte de la poesía
vive y regresó con un pedazo de oscuridad en sus manos para que lo viéramos a
la luz del día.
Abraham descubrió la única herencia que tenemos segura en
nuestras vidas: la muerte, y se preguntó si se vive para siempre en la tierra,
la respuesta es un título revelador y entrañable:
“No para siempre en la tierra
sólo un poco aquí”.
Cohutec
Vargas Genis
Tepoztlan,
Morelos
Julio de 2016
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