jueves, 9 de junio de 2016

Cuando crepita la noche

Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud,
 antes que vengan los días malos,
 y lleguen los años de los cuales digas:
No tengo en ellos contentamiento;

antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas,
y vuelvan las nubes tras la lluvia…

Eclesiastés 12


Cuando crepita la noche

Sobre “Sólo un poco aquí” de Abraham Chinchillas.

La presente  obra del  Mtro.  Abraham Chinchillas es un libro que cimbra aun en la dureza de las personalidades más reflexivas.

"Sólo un poco aquí", está construido como un poema de largo y cadencioso aliento, necesario para estos tiempos de brevedades simples y palabras endebles.

Es un poema que encontró una dualidad superior mostrada en sus dos partes, pero como toda dualidad, al tocarse en los extremos se transfigura en una unidad exacta, Uroboro de nuestros días y en el caso del poeta, de sus silencios vueltos idea.

Abraham es como un profeta bíblico, en este libro  libera los presagios del tiempo efímero, emancipa con  magistral elocuencia el final de la serpiente que se devora a si misma, y nos guía cual Virgilio a la entrada del misterio.

Escrita a doble tinta espiritual, la primera parte es una canto a lo venidero, visto por los hombres  a los que el tiempo ha habitado,  un canto a los minutos y las horas acumuladas en los divanes de la vida, la segunda parte es un canto a la nostalgia, a lo pendiente, al péndulo que irremediable desciende sin contar el segundo,  un canto a los suspiros contenidos.

Entre ambos capítulos está la nada crepitando, plegándose a los vientos del oriente, allá donde nace la vida y la idea, a veces amarga ceniza de lo cotidiano, tiempo perdido, a veces espacio de arrepentimientos absurdos.



Dice Abraham en la  dualidad de sus textos:

“La ventana es muda,
sin la tibieza de unas uñas
rescribiendo las arrugas de la madera”

En esta obra el autor  ha renacido como un hombre que sabe el tiempo, que reconoce los días que se  fueron y  los que irremediablemente llegan, no les teme a ninguno.

Aquí, escribe  no solo el poeta y sus musas, aquí escriben y le dictaron sus ancentros, los nativos, los más sabios, Abraham los supo escuchar  claro, también escribe Cronos  a quien leemos amargamente, preparando nuestra partida, aunque él difiera:

“Escucho morir a los amigos
a sus dientes
arar la lucha
de su furia contra el tiempo”

La obra quiere que veamos más allá de lo  intangible –tarea superior en todo sentido- para ello nos muestra cómo se deben recorrer los lugares cotidianos, dotándolos de la sacralidad que la vida en su lenguaje nos muestra con sus sortilegios.

“Sólo un poco aquí”  es un libro en el que el autor ya no busca ni el ritmo ni la estética, porque tienen la mejor genética poética de toda su obra, su búsqueda es clara: descifrar la metáfora del tiempo en nosotros;

“Traduzco una lengua callada
que escala la cima
para parlotear
con nadie”

La simbología del autor ha sido reconocida, construida y transmitida con una brillante claridad, seguramente ha descubierto sus símbolos en sus plegarias, y sus bíblicas plegarias le retribuyeron la sabiduría que Salomón siempre pidió. 
Aquí habla un sabio, a su lado camina el coyote hambriento, aquel estadista de Texcoco, el constructor, Nezahualcóyotl el poeta imbatible. 

La vena poética de Abraham Chinchillas ha envejecido irremediablemente y para fortuna nuestra nos la comparte.
En la segunda parte con el inconsciente Freudiano ha zurcido con precisión fragmentos de una poesía mayor, sagrada, hecha con hilos de sortilegio;
Transcribo completo su poema tres, porque fragmentarlo sería una blasfemia:

“Llego a puerto, voy
a donde el mar termina;
por eso mi prisa.

Llego a la frontera,
no tengo tiempo
para pasaportes ni cateos.

Llego al horizonte,
no tengo ánimo para
puestas de sol, ni para infortunios.

Llego al jardín
corcoveado del desierto,
donde florezco”.
Abraham se convierte con esta obra en un mago mayor, que no teme a las palabras, mucho menos al lenguaje que ellas tienen al hablar a otros, se ha consagrado como uno de los mejores poetas de nuestro tiempo, explora los misterios más complejos y los descifra para mostrarlos tal cual; el tiempo, la soledad, los años, la noche de una vida que aguarda. Le escribe a las musas de la nostalgia, las más hirientes que la poesía tiene, a veces las más socorridas y él, ha aprendido a no dejarse seducir por su belleza:

“Hay algo en estas manos mías
que me es ajeno”.
El libro es espejo y es puente, reflejo y camino por donde atraviesan los instantes más dramáticos de nuestra vida.
Descubrió ya los oscuros precipicios donde parte de la poesía vive y regresó con un pedazo de oscuridad en sus manos para que lo viéramos a la luz del día.
Abraham descubrió la única herencia que tenemos segura en nuestras vidas: la muerte, y se preguntó si se vive para siempre en la tierra, la respuesta es un título revelador y entrañable:

“No para siempre en la tierra
sólo un poco aquí”.

Cohutec Vargas Genis
Tepoztlan, Morelos
Julio de 2016

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